La obsolescencia programada

La obsolescencia programada

La realidad está justo del lado de la elección, de la capacidad de discernir sobre lo conveniente, necesario y verdaderamente funcional en nuestra estancia aquí, como seres humanos.

La sociedad actual está sumida en un sinfín de tendencias calificadas que proveen la vida de los seres humanos de insustancialidad; el desarrollo de la especie se aísla de factores importantes a nivel universal para darle paso al consumismo acelerado de objetos y sistemas de producción que succionan nuestra vida.

“Crecer por crecer”, poseer sin mérito y sucumbir antes necesidades falsas, son premisas que direccionan hoy por hoy nuestra interacción con el mundo.

El problema de hoy es el problema de siempre, y quizá el tema de discusión de tiempo después; vivimos en una sociedad inmersa en una lógica superficial que desdibuja la idea de sostenibilidad, producción responsable y consumismo coartado.

El ideal de economía saludable y consecuente, lamentablemente se queda en el inmaterial y utópico mundo de la imaginación, y aquí, cerca de lo que llamamos vida, nos tiende los brazos la producción acelerada y el crecimiento injustificado de un mercado intrascendental que actúa motivado por el furor del consumismo innecesario y excesivo de bienes y servicios, la mayoría de las veces, no esenciales.

La adquisición innecesaria de elementos, bienes o productos folclóricos fomenta y solidifica la base de regímenes aprovechados que intentan sostener la economía y los negocios de la irracionalidad humana a la hora de obtener y comerciar determinados artículos, por tendencia, por popularidad o simple capricho.

Si nos remontamos a antecedentes históricos y traemos a colación algunos puntos relevantes sobre el tema en mención, podríamos hablar del resurgimiento de la obsolescencia programada años atrás, y no ya como impulso ruidoso de un sistema mercantil que justifica los medios, si no como detonante insurgente del cambio que seduce; cambio basado en la trivialidad y no en la practicidad de las cosas.

La obsolescencia es entonces una arcaica razón que incentiva el deseo de comprar por comprar, el resultado facilista de un sistema numérico que crea y recrea la insatisfacción de los consumidores y deja mucho que desear en ámbitos generales.

Por ejemplo, a nivel medio ambiental, sufrimos las consecuencias siniestras de una desaforada sed de poder mercantil que somete al mundo a costas de la misma naturaleza; el flujo constante de residuos  electrónicos, la contaminación y la mala utilización de los recursos terminan por aislarnos del desarrollo eficaz de la sociedad y nos arrinconan en espacios desprovistos de cultura y educación, pues en este punto, son cuestionables no solo los sistemas de producción y consumo, sino también los valores que nos hacen humanos.

El crítico Serge Latouche, en referencia al tema comparte ideas coherentes sobre el desarrollo, la sostenibilidad y el consumo, habla de tres elementos sobrevinientes del mercado actual:

“La publicidad, la obsolescencia programada y el crédito”.

– Manuela Ramirez

La obsolescencia programada: motor secreto de nuestra sociedad de consumo

Los anteriores como eslabones fundamentales de una economía promiscua y exagerada, que le hace antesala al crecimiento ilimitado del consumo en un planeta limitado.

Es hora de girar en torno a la naturaleza y no esperar que esta se adecue según nuestra afición, implementar medidas de conservación del medio ambiente proporciona estabilidad en muchos ambientes necesarios para vivir. Devolverle vida a la naturaleza es intentar compensar nuestra propia existencia.

  • Compartir

Andrés Martínez

Suscríbase

Reciba nuestras últimas noticias